Vertiginosamente muchos campos del saber han ido avanzando en hallazgos que proliferan más y más. Asistimos a la ubicuidad de la
tecnología, al impacto de esta era digital que engloba campos como telecomunicaciones,
informática o
telefonía móvil; cambiando el modo en que nos comunicamos. Ahora bien ¿está ayudando esta
nueva tecnología en la comunicación familiar?
La pregunta no es fácil de responder en vista a las dimensiones y el alcance de la tecnología en todos los campos de la sociedad y donde existe una diversidad de culturas, creencias, tipos de familias, como suele decirse en el argot popular, hay familias de familias.
Lo cierto es que se puede hablar de tendencias; o sea, de hábitos y prácticas que tienen una mayor presencia en un lugar, en una localidad, en una sociedad; y en la caso de la tecnología vinculada al uso casi desmesurado del internet y redes sociales como factor de incomunicación familiar podría ser un ejemplo de una, al menos en occidente.
Pero, y para no despotricar de la tecnología como el nuevo Satanás, hay que decir que
la presencia de la tecnología ha estado desde siempre en núcleos familiares; por ejemplo, no hace mucho, se podría decir, que el principal dispositivo que unía o desunía a la familia era la presencia del televisor, que hasta en horas de la cena acompañaba a toda la familia.
Es decir, siempre ha estado la tecnología. Entonces, hay que preguntarse, qué es lo que cambia con la tecnología actual que luce tan amenazante para muchas familias al punto de parecer aislar cada vez más a cada uno de sus miembros en un universo de bites, gigas, HD.
La respuesta hay que buscarla en el uso que se le está dando a esa tecnología, para entender que la tecnología a per se no es el mal. Pues, si se observa cómo adultos y jóvenes utilizan la tecnología de la telefonía móvil por ejemplo, veremos que sí es un mal hábito según el momento: la hora de la cena, almuerzo familiar, reuniones en general.
Veremos entonces que la comunicación familiar se destruye no por las nuevas tecnologías como tal sino por la forma en qué se la está usando, sin restricciones, sin acuerdos familiares que regulen esos usos en momentos en que deba haber más diálogos; solo llegando a un acuerdo regulatorio sobre el modo de usar la tecnología la comunicación familiar no se verá afectada.